No me termino
de diluir en este extraño
otoño,
una semana dura
con mis tristezas a cuestas.
No obstante
amanece alguna ilusión
en mi paisaje gris.
Mis pájaros ciegos
se estrellaron
contra un suelo de barro,
ahora pululan por ahí
con las alas manchadas
de color marrón.
Tus ojos tienen
la transparencia
de poder mirar más allá de lo cercano
y sin embargo
se paran en esas motas blancas
que flotan en esta atmósfera
y que bailan
lentamente casi sin viento.
Ese murmullo de olas
de tu pensamiento en ebullición
cuando necesitas quejarte
o simplemente
expresarte
ante un mundo tan raro
salpica
de emociones
palabras y versos
y hasta mis silencios.
Cogería una estrella
de tantas de las que has encendido tú
y la colocaría
al lado de tu corazón
para intentar apagar
cualquiera de tus angustias,
y sin embargo
lo único que consigo
es hablarle al viento
de tu alma
y mis sentimientos sin sentido
en este mundo loco
que nos tocó vivir.
O tal vez el mundo no esté loco
y el único loco es mi corazón
apasionado
que sonríe
al ver
la fuerza de un sentimiento
que estúpidamente
aún no murió.
Ya no sé como atravesar
este aire,
para conquistar
alguna nube
que me obsequie
con una gota de tímida felicidad,
no me diluyo
en este otoño,
y a veces quisiera ser hoja
y dejarme caer
en un suelo acogedor
donde pueda fundirme
y tal vez dejar
de existir.